Era el 10 de enero de 1929. En el Petit Vingtieme, el suplemento semanal juvenil e ilustrado del diario católico belga Le XXme Siecle, su redactor jefe Georges Remy, más conocido como Hergé, envía al país de los Soviets a un reportero imaginario llamado Tintín.
En esa primera aventura en una Rusia sacudida por la revolución, se le ve al volante de un Amilcar y de una Mercedes-Benz 24/100/140 que ha tomado “prestado” a la policía alemana y que termina bastante deteriorado tras ser alcanzado por un tren en un paso a nivel cerca de la frontera rusa. Carreras contra el tren que se repetirán como cuando en La Oreja Rota (1945) en un pequeño Morris huye de San Teodoro , en un ambiente de repúblicas bananeras con cambios de gobierno continuos bastantes cercanos a la realidad de la época . Del Morris pasará a un descapotable Ford de 1936, transformado en autoametraladora, que sustrae a sus perseguidores y con el que sufre un espectacular accidente.
Los coches americanos siempre han estado muy presentes en las aventuras del Tintín, en particular los de la marca Ford. El Ford V8 de 1937 aparece en El Cetro de Ottokar en cabriolet dos puertas y en torpedo cuatro puertas (donde llevan detenido a Tintín); en dos puertas con carrocería cerrada en El Secreto del Unicornio (utilizado por los hermanos Pájaro) o en Las Siete Bolas de Cristal. Quizás a esto no era ajeno el hecho de que Hergé colabora con la revista Ford entre 1937 y 1939, un tipo de colaboración que años más tarde realizará para Citroën.
Hablando de Ford, el T de Tintín en el Congo es uno de los dos automóviles que protagoniza una portada en los álbumes de Hergé. El otro será un Jeep, y lo hará en dos álbumes: Tintín en el País del Oro Negro y Objetivo: la Luna.
Y seguimos con los americanos, como el espectacular Packard de El Cetro de Ottokar, perteneciente al rey Muskar XII, que lucha por su trono en un imaginario país de los Balcanes, Syldavia, con una soberanía nacional amenazada por los países vecinos. O en Las Siete Bolas Cristal, un precioso convertible Lincoln Zephyr, cuya capota da muchos problemas al capitán Haddock, y que es el coche que más veces sale (en veintidós dibujos) en un mismo libro.
Tampoco faltarán los automóviles italianos, como en Tintín en el País del Oro Negro, cuando nuestro reportero se pone al volante del Lancia Aprilia del poderoso Emir Mohammed Ben Kalish Ezab , para rescatar a su hijo Abdallah, el insufrible “pastelito de miel” dueño de una preciosa reproducción a escala del Bugatti Grand Prix, réplica que existió en la realidad.
Y los coches británicos también han formado parte de las aventuras del más famoso reportero. Curiosamente en La isla Negra cambian los modelos según sea la primera edición del año 1937 o la reedición de 1965: el Humber Pullman de 1937 del Doctor Müller se coinvierte en un Jaguar Mark X; el Vauxhall descapotable de los turistas que arrastra una caravana será más tarde un Triumph Herald; y el taxi Austin , pasa a ser un Ford Zephyr.
El Asunto Tornasol
Pero donde el automóvil alcanza un mayor protagonismo dentro de las aventuras de Tintín es en el magnífico álbum de El Asunto Tornasol.
De entrada la portada (y los correspondientes dibujos del interior) parece inspirada en una fotografía publicada por la revista National National Geographic Magazine sobre la edición de 1953 de la célebre Carrera Panamericana. Se trata de una salida de carretera del piloto americano Phil Hill (que sería campeón del mundo de F1 con Ferrari en 1961) al volante de un Ferrari 340. Y en ese mismo lugar se saldría poco después el Cadillac 62 del también americano Charles Royal. La inclinación del terreno y los árboles por los que ha caído el coche en el que huían Tintín, Haddock y Tornasol es semejante.
Además nos encontramos con una gran variedad de automóviles y dibujados con sumo detalle. Entre otros podemos recordar el Citroën 15 negro de los agentes secretos bordurios que echa al lago al Simca Aronde, el taxi en el que viajan Tintin, el capitán Haddock y Milú (Hergé estudió con sumo cuidado el escenario real pues había pocos sitios al borde del lago libres de casas que permitieran dibujar la escena del accidente).
O el Lancia Aurelia Coupé (Hergé sentía pasión por los Lancia y sería propietario de dos Aurelia) con el que Arturo Benedetto Giovanni Giusepe Aerchangelo Alfredo Cartofioli, de Milán (personaje que parece inspirado en Giuseppe Farina, Campeón del Mundo en 1950), les iba a demostrar que “los coches y los conductores italianos son los más rápidos del mundo”, y con el que persiguen un Chrysler amarillo en el que viaja secuestrado el profesor Tornasol.
En esta persecución hay unos detalles a considerar. El capitán Haddock dice del conductor: “conduce como Fangio”. El piloto argentino es uno de los pocos personajes reales que es mencionado en uno de los álbumes de Tintín. Además en la traducción inglesa, en lugar de Fangio, Haddock cita a Jack Brabham: el piloto australiano ya había ganado dos de sus tres títulos mundiales e Fórmula 1 (1959, 1960 y 1966).
Las escenas de esta persecución (con las ruedas en el aire, sin tocar el asfalto, expresando velocidad), como las de las motos BMW de la policía de Borduria cuando huyen hacia la frontera, son excepcionales. Por cierto que todos los coches de Borduria llevan los parachoques con la forma del bigote del dictador Plekszy-Gladz.
El padre de Tintín era un amante de los automóviles deportivos. Además del citado Lancia Aurelia tuvo, entre otros, un Alfa Giulietta Sprint y un Porsche 356 (que aparece en la última escena de El Stock de Coke (en la que los participantes en un rally acaban en los jardines de Moulinsart). Hergé ilustró más de doscientos modelos de coche en las aventuras de su personaje. En los primeros álbumes (1929-1935), los coches no son siempre reconocibles, salvo los Mercedes gracias a su estrella de tres puntas, el Ford T de Tintín en el Congo, o el Lincoln de los Cigarrillos del Faraón. Los otros coches son a menudo inspiraciones más que representaciones exactas, como es el caso de una especie de Alfa Romeo P3 de 1934 o Bugatti Type 35, con una calandra de Amilcar, que Tintín utiliza en Los Cigarrillos del Faraón. Este planteamiento cambia progresivamente con La Isla Negra (1936-37) y El Cetro de Ottokar (1938). A partir de entonces casi todos los coches de los álbumes reproducen modelos reales, si bien habrá excepciones como una limusina que aparece en Tintín y los Pícaros, que mezcla elementos del Zil 114 soviético. Hay que subrayar que, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, los decorados, accesorios y, sobre todo, los automóviles de los álbumes de Tintín, han sido dibujados por los estudios Hergé, creados en 1950 para compartir parte del trabajo más exigente (el proceso de colorear y entintar, o el dibujo de fondos), y en particular por Bob de Moor, Jacques Martin y Michel Demarets.
Y no olvidemos que el famoso tupé de Tintín aparecería cuando, en el país de los Soviets, pisa a fondo el acelerador del Mercedes descapotable, y a partir de ahí se convertiría en una de las señas de identidad de este reportero icónico, junto a sus pantalones bombachos y, claro está Milú, el blanco y sabio foxterrier, que en sus aventuras ha recorrido desde los fondos de los océanos hasta la superficie de la luna pero, sobre todo, ha recorrido los corazones de millones de niños, jóvenes y adultos desde hace noventa años.