Un actor nos deja una filmografía. Un piloto nos deja un palmarés. Steve McQueen nos ha dejado ambas cosas y mucho más. Esa necesidad de ser el mismo y también de ser otro hará de él un actor. La pasión por los motores, por la velocidad, le convertirá en un verdadero piloto. La simbiosis de ambos aspectos en leyenda, en el rey del cool. Vivió deprisa, muy deprisa. Su vida es en sí una película, y sus películas obras de culto. Como Bullit, hace medio siglo, si, en ese mágico 1968 nació la más trepidante persecución del cine. Un antes y un después al que nos llevó un Mustang con McQueen al volante. Motor, sonido, acción a fondo, siempre a fondo….
El 17 de agosto de 1968, en las salas de cine americanas, los aficionados a las sensaciones fuertes se pegan al respaldo de sus asientos. La escena de acción de unos diez minutos entre un Ford Mustang y un Dodge Charger embarca a los espectadores en una agotadora persecución cuyo realismo atraviesa la pantalla. Habrá que esperar al 30 de abril de 1969 para que Bullit, el thriller realizado por el británico Peter Yates con guion de Alan R.Trustman y Harry Kleiner, basado en la novela Testimonio Mudo (Mute Witness) de Robert l.Pike, sea estrenada en las pantallas españolas. Miles de espectadores hacen cola para ver a McQueen, en el papel del inspector Frank Bullit, enfrentarse con los asesinos del Dodge. Bullit ha de proteger a un criminal arrepentido que debe prestar testimonio ante una comisión del senado que investiga el sindicato del crimen. El testigo es asesinado y las cosas se desarrollan muy lejos de las previsiones, con el fondo musical de Lalo Schifrin (autor entre otros clásicos de la melodía de Misión Imposible) entremezclado con el sonido de los V8.
Motores… En la película coinciden dos apasionados del automóvil. Por un lado Peter Yates, antes de dedicarse al séptimo arte, había sido manager de famosos pilotos como Peter Collins o Stirling Moss. Por otro, Steve McQueen, con un buen palmares como piloto y ya una estrella que acaba de recibir un Oscar por El caso Thomas Crown (dirigida por Norman Jewison y con Faye Dunaway como partenaire) y que tiene en su currículo premiadas películas como La Gran Evasión (1963) o El Cañonero del Yangtze (1966).
En Bullit sus compañeros de reparto son Robert Vaughn y Jacqueline Bisset, junto a Don Gordon, actor presente en varios films de McQueen. Y un Ford Mustang Fastback GT 390 de 320 CV que en manos de Steve McQueen se transforma en una estrella hollywoodense. Por cierto que, enfurecido el actor ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo financiero con Ford, retirará los anagramas identificativos incluidos el del famoso caballo que da nombre al coche.
¿Un Mustang? En el rodaje en realidad se utilizan dos, y sendos Dodge Charger, el coche de los gánsteres que termina ardiendo en una gasolinera. Por cierto, el conductor del Charger era el especialista Bill Hickman.
La escena de la persecución se rodará durante tres semanas. Aunque las escenas más difíciles las realiza el especialista y amigo de Steve, Bud Ekins (es el mismo que saltó por encima de la alambrada con la Triumph TR6 Trophy en La Gran Evasión), McQueen cogerá el volante en todas las ocasiones que le es posible, y le deja la seguradora de la película. La clave de la persecución es la velocidad y ahí es donde Bullit marca un antes y un después. La costumbre era rodar a velocidad baja, para reducir riesgos, y luego acelerar las escenas a la hora del montaje. Sin embargo la idea del equipo era hacerlo a una velocidad real, entre 120 y 130 km/h de ahí que las escenas logradas tengan un realismo insuperable.
Aquí hay que destacar el trabajo de Carey Loftin, clave en Bullit. Loftin era otro apasionado (había sido piloto de motos) como Yates o McQueen, e intervino en muchas películas donde fueron clave sus conocimientos mecánicos y como especialista: sus trucos al volante en la película El Contrabandista (1958) de Arthur Ripley son considerados como pioneros por su realismo, sin olvidar su trabajo en Grand Prix (1966) de John Frankenheimer, o en El diablo sobre ruedas (1971) de Spielberg, donde es el conductor del camión cisterna. Y en Bullit será Loftin quien diseñe la persecución, un recorrido a lo largo de una variedad de avenidas y lugares emblemáticos de San Francisco y que, una licencia cinematográfica, no es lineal.
Los Mustang y Charger se doblaban en los saltos y hubo que reforzarlos en el garaje de Max Balchowsky, amigo de Loftin. Una labor ni fácil ni barata, Se modificaron a nivel de carrocería y de suspensiones, y se equiparon de soportes para las cámaras (algunas de ellas pasarían a mejor vida durante el rodaje). El propio McQueen marcó con una cinta adhesiva la zona del cuentavueltas para controlar la zona de sobre régimen del motor.
Los coches que portaban las cámaras para rodar la persecución fueron uno de los Old Yeller de carreras de Max Balchowsky, y un Corvette, transformado por el propio Balchowsky.
Uno de los Mustang, el utilizado para las escenas de mayor acción, terminó en un estado lamentable. Se perdió su pista y, en 2017, sería descubierto en un desguace en México. El otro, mucho menos deteriorado, ha tenido una trayectoria más conocida y se ha mantenido en un 98% en su estado original. Tras el rodaje, en 1970 se lo ceden a un empleado del Warner Bros que lo revendió a un policía de New Jersey por 6000 dólares. En 1974, Robert Kiernan se lo compra para utilizar, junto con su esposa, en el día a día de la familia. En 1977 McQueen se entera de que los Kiernan tienen el coche y les ofrece un cambio: el Mustang por otro en perfecto estado. Quiere incorporar el 390 GT a la colección de 138 motos y 35 coches que posee. Pero sus dueños no aceptan y el actor muere el 7 de noviembre de 1980, de un cáncer, sin lograr su propósito.
En 1981 el embrague del Mustang, el contador marca 65.000 millas, se rompe y el coche, como tantos otros en su situación, queda parado en el garaje de la familia. Kiernan piensa en restaurarlo pero el tiempo pasa….Robert muere en 2014 y su hijo Sean saca el coche de su largo sueño y lo pone otra vez en marcha pero, afortunadamente, no emprende ninguna de esas reconstrucciones que borran las huellas de la vida de un coche cargado de historia. Así conserva la pintura de origen (Dark Highland Green), y las heridas de la película. Podría valer varios millones de dólares en una subasta pero Sean Kiernan no piensa caer en la tentación del dinero. Eso sí, contactará con Ford y cuando la firma del óvalo lanza el Mustang 2018 en su serie especial Bullit, organiza un encuentro emotivo: Molly, la nieta de Steve McQueen, se sienta al volante del 390 GT que su abuelo condujo en la más legendaria de las persecuciones cinematográficas.
Hoy, medio siglo después, Bullit sigue siendo un referente a la hora de construir una persecución cinematográfica e incluso ha servido como inspiración de persecuciones de naves en películas de ciencia ficción.
Y, por encima de todo, nos queda la mirada de McQueen, asomado a la ventanilla del verde Mustang, un trono de leyenda para el eterno King of the Cool.