El retrovisor

Tambay vince per Gilles: la séptima victoria del «27»

Hay carreras y carreras, triunfos y triunfos. El de Patrick Tambay aquel 1 de mayo de 1983 en Imola tenía un significado muy especial para miles de tifossi

En realidad esta historia había empezado un año antes, un 25 de abril de 1982 en Imola. Gilles Villeneuve encabeza el Gran Premio de San Marino. Está tranquilo. Además sus espaldas están cubiertas por su amigo y compañero en la Scuderia del Cavallino el francés Didier Pironi. Las órdenes de equipo son claras: conservar las posiciones para no poner en peligro el doblete. Gilles está tranquilo. A pesar de ir siempre más allá del límite en su pilotaje, es riguroso a la hora de respetar las órdenes de equipo. Así lo ha hecho las temporadas anteriores. En 1979 podría haber ganado varias carreras pero en Maranello el objetivo era hacer a Jody Scheckter Campeón del Mundo de pilotos  y a Ferrari de constructores  y el pequeño canadiense hizo su trabajo deportiva y respetuosamente demostrando siempre su honestidad y fair-play. Pero ahora era su turno. Después de dos años luchando para poner a punto el complicado Ferrari Turbo ahora el equipo iba a trabajar para hacerle campeón. Pironi le adelanta y el piensa que se trata de un juego. Se pasan el uno al otro, pero no es un juego. Pironi entra primero en la meta. Gilles sube al podio, parece ausente, destruido. No entiende la actitud de su amigo, se siente traicionado. No volverá a hablarle.

-Gilles Villeneuve al volante del 312 T3 durante unas pruebas en Fiorano, probablemente en enero de 1979 (Foto archivo prensa Ferrari)

La próxima cita es quince dos semanas después en Zolder, el Gran Premio de Holanda. El sábado 8 de mayo en los entrenamientos Pironi ha hecho el mejor tiempo. Villeneuve sale a la pista. Es posible que haya perdido un poco el control de la situación. Busca batir a Pironi y arriesga hasta lo inimaginable. En el camino se encuentra el March de Jochen Mass que va ya despacio de vuelta a boxes. El alemán ve llegar el Ferrari nº 27 muy rápido y se aparta a la derecha para dejarle la trayectoria libre. Pero Gilles  se mete por el mismo sitio y su coche choca a más de 200 km/h contra la rueda del March. El Ferrari sale volando y el cuerpo de su piloto rompe el arnés de seguridad y cae a más de 50 metros de los restos de su monoplaza. Tiene el cuello roto. Pasadas las 9 de la noche Enzo Ferrari llora la desaparición de uno de sus pilotos más queridos. El 7 de agosto en Hockenheim en un accidente muy parecido al de Villeneuve, Pironi se destroza las piernas y no volverá a subirse a un Fórmula 1.

Ha pasado un año. El Mundial a vuelto a Imola. En los monoplazas del Cavallino se sientan dos franceses: René Arnoux y Patrick Tambay, este último con ese nº 27 de Gilles  que se ha convertido en todo un símbolo para los tifossi.

El circuito tiene un color rojo por las banderas: Imola está a pocos kilómetros de Maranello. Es el templo de los seguidores de Ferrari. Tamburello, Acqua Minerali, Tossa … las míticas curvas están llenas de pancartas con la leyenda  « Tambay vince per Gilles », o también «René, Patrick, vince per Gilles ». Y banderas canadienses y rojas a miles…. El ambiente es increíble.

Arnoux ha realizado el mejor tiempo en entrenamientos y parte en la pole. Tambay, va a tomar la salida en la tercera plaza, la misma que Villeneuve ocupara un año antes.  En la parrilla, a la altura de esa posición los tifosi han pintado  “Tambay vince per Gilles “. Y una bandera canadiense.

Tambay coloca su coche en posición en la parrilla pero sin pisar la bandera ni el mensaje. Lo habitual era descender del coche durante veinte minutos para relajarse antes de tomar la salida. Pero Patrick permanece en su cockpit. Es tal su estado emocional que se echa a llorar. Los mecánicos hacen un círculo alrededor del coche y nadie se atreve a dirigir la palabra al piloto. Tambay confesará mas tarde que pensaba que le sería imposible recuperar la concentración, tomar la salida, poder correr así.

Cinco minutos antes de darse la salida Tambay logra sobreponerse. Arnoux sale en cabeza pero cuida peor sus neumáticos y Tambay poco después toma la cabeza. A media carrera en Tamburello el Ferrari nº 27 tiene problemas de alimentación, no llega la gasolina al motor. Parece el fin, pero se vuelve a poner en marcha. El fallo se repite vuelta tras vuelta en el mismo sitio. Patresse, que va segundo,  se ha retrasado en un repostaje pero poco a poco acerca su Brabham al Ferrari renqueante.

El francés de Ferrari piensa  que en algún momento todo se va a terminar pues no es posible que este problema se repita una y otra vez sin que el motor termine por pararse definitivamente. Le cuesta mantener la concentración, se abandona. De pronto nota un impacto en el casco, como si alguien se lo golpease para llamarle la atención ¿había chocado contra un pájaro? ¿una piedra. El golpe parece despertarle. A la vuelta siguiente mira el suelo y no ve ni pájaro ni piedra “pero el impacto me había despertado del momento negativo” y se centra en pilotar a fondo. A seis vueltas del final, en la curva donde falla el motor del Ferrari, Patresse le adelanta.

En el descenso hacia Acqua Minareli Patresse mira por el retrovisor y se sale. Tambay va primero y Arnoux segundo pero a distancia pues ha hecho un trompo en el mismo lugar por donde se había salido Patresse. Había aceite en la curva pero Tambay no lo ha pisado…alguien vela por su trayectoria.

Llega la última vuelta.. En Tamburello el motor vuelve a fallar pero recupera y aguanta hasta la línea de meta donde deja de funcionar definitivamente.

Los tifosi saltan las vallas, se lanzan sobre el Ferrari. A Patrick Tambay le quitan los guantes, el casco. Llegan los carabinieri y rescatan al piloto. La gente, los antiguos mecánicos de Gilles le dan palmadas en la espalda y gritan ¡le has vengado, le has vengado!

 Ha ganado un Ferrari, pero sobre todo ha ganado el mágico número 27, el de Gilles. Aquella había sido una carrera especial que había puesto las cosas en su sitio un año después.

Tambay ha dicho más de una vez “aún hoy día estoy convencido que en un momento dado yo sentía la posibilidad de perder la carrera y que entonces  he sido golpeado en el casco ¿por qué, para qué, por quién…? Quizás para volverme a centrar en la carrera, para sentir que nada estaba perdido, que tenía que volver a atacar. A riesgo de pasar por iluminado creo que esa llamada al orden fue algo, lo confieso, sobrenatural”.

Cuando Patrick Tambay regresó aquella noche al hotel, el teléfono sonó en su habitación. El piloto descolgó y al otro lado de la línea escuchó “tú lo has vengado”. Era Johanne, la viuda de Gilles.

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