La accidentalidad de los últimos meses ha puesto de manifiesto un preocupante incremento de la siniestralidad en la carreteras españolas, con cifras récord de victimas mortales durante los fines de semana. Como no podía ser de otra manera la Dirección General de Tráfico ha reaccionado poniendo en marcha una campaña, con la que supuestamente pretende revertir esta situación, viendo como se les va de la mano su siempre cacareada política de Seguridad Vial. Y como siempre, su análisis no es otro que, si hay más accidentes y más victimas el único culpable es el conductor, un sujeto inconsciente que busca la muerte en las carreteras.
La solución, una vez más, una campaña de vigilancia, en este caso de control de alcohol y drogas, que estos individuos se lanzan a la carretera bebidos y dopados. Según su sesudo análisis la pandemia parece que nos ha hecho olvidar las más elementales normas de seguridad y nos hacen, como siempre, los únicos culpables de tan desastrosas cifras. No digo que la conducta de todos los conductores sea la optima exigible, que aún existen individuos al volante que se saltan a la torera las normas de comportamiento. Pero de ahí a establecer que son los únicos culpables y a quienes sólo sea necesario vigilar existe un abismo. Una reacción que sólo puede entenderse si quienes debieran ser responsables de la Seguridad Vial trabajaran en una burbuja aislada de la realidad de la circulación rodada en España, que en la vida contemplaran algo, fuera de sus cómodos despachos.
Sin embargo esa es la realidad de la DGT, un organismo funcionarial que no se ha enterado o no quiere enterarse de que en la circulación vial, además de conductores existen otros muchos agentes protagonistas, que en su conjunto son los auténticos responsables de las consecuencias de la alta accidentalidad del tráfico rodado. Se olvidan en este organismo de la contribución a la seguridad, o mejor la inseguridad, de la deteriorada red de carreteras, de la deficiente y anárquica señalización, la antigüedad del parque móvil, la obsolescencia de muchas normas, la falta de una vigilancia real o la falta de formación eficiente, que serían los grandes capítulos o cimientos de la Seguridad Vial, a lo que yo añadiría el desinterés de la Administración Central por el tráfico rodado, que se manifiesta reiteradamente, Gobierno tras Gobierno, al poner al frente de la DGT a personas no capacitadas, sin experiencia, funcionarios políticos, que desde décadas ven cómo único problema la velocidad, sea cual sea esta. Por lo que su única obsesión es parar la circulación, culpar a los conductores, y por supuesto sancionarlos, y nunca pedir al resto de administraciones participación de su cuota de responsabilidad en la seguridad.
Últimamente el Gobierno ha lanzado un globo sonda anunciando una posible tasa o imposición por el uso de las vías de alta ocupación, es decir las autovías del Estado, que como no podía ser de otra forma ha obtenido un general rechazo, que no ha sido el mío. ¿Qué sucede? Que estamos tan acostumbrados a pagar a cambio de nada, a no exigir una contraprestación de cada euro que aportamos a lo público y mucho menos fiscalizar las obras públicas. Que cuando se nos amenaza con una nueva tasa y hablan de vías de alta ocupación, nadie pone el grito en el cielo para recordar que muchos miles de kilómetros de esas vías, son autovías que tras alguna década de uso, siguen teniendo una muy escasa ocupación, que se construyeron sin una clara necesidad, con el único fin de lucrar a la banca y las constructoras. Que nadie se preocupó por la calidad de la obra y mucho menos de su mantenimiento. Que a pesar de su escaso uso se han deteriorado hasta hacerse inseguras, con lo que puede extrapolarse cual es la situación de las verdaderas vías de alta ocupación, que no pasarían la más laxa inspección técnica, si remotamente se hiciera. Pero evidentemente nadie pedirá una actuación y mucho menos sancionará a quienes debieran ser responsables de tan nefasta situación. Al fin y al cabo son parte de la Administración, siempre inmunes ante la ley.
¿Se sabe de algún agente de la Agrupación de Tráfico que haya denunciado, por sólo citar algún ejemplo, que la señalización vertical de algunos de los infinitos lugares está tapada por la vegetación? Ya se encargará el invierno de destaparlo, dirán estos. O de los hundimientos del asfalto, o la señalización horizontal, hace años borrada o los guarda railes peligrosos y dañados. Mejor mirar para otro lado no sea que el agente denunciador sea sancionado por sus superiores, algo que ya ha sucedido en España.
¿Veremos algún día en los paneles luminosos de las carreteras un texto que diga, “Campaña de vigilancia de gestores inútiles de la Seguridad Vial”? Por supuesto que no. ¿Escucharemos en el Congreso a un diputado denunciar tan nefasta y peligrosa situación de la Seguridad Vial? Por supuesto que tampoco.