El inicio de la historia de Montesa debe situarse en 1944, cuando el joven industrial barcelonés Pere Permanyer Puigjaner, de 33 años, inició un desarrollo evolutivo de su industria de fabricación de gasógenos para la automoción, abriendo una nueva rama de sus actividades hacia el sector de las motocicletas.

La industria del gasógeno fue una estampa característica de la vida española de la postguerra. Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y en plena reconstrucción española después de la devastadora Guerra Civil (1936-1939), la escasez de carburantes había paralizado el transporte en España, de tal manera que la aplicación del sistema gasógeno (un habilidoso procedimiento para la obtención de combustible quemando cáscaras de almendra) fue en aquella época un recurso prácticamente mágico, para la propulsión de automóviles, camiones y generadores de corriente eléctrica.
Pere Permanyer había conocido el rendimiento de los combustibles vegetales a través del negocio que había fundado su abuelo, dedicado a la importación y distribución de carbón. Los Carbones Permanyer obtenían la materia prima de las islas de Córcega y Sicilia y la transportaban hasta Barcelona por medio dos goletas propias. A continuación, una flota de camiones distribuía el producto por España.
Pere Permanyer Puigjaner nació en Barcelona el 21 de julio de 1911. A la edad de un año se instaló, con sus padres, en un nuevo domicilio familiar en el distrito de Sant Martí, de Barcelona, donde se ubicaba la empresa. Su integración en el territorio y su cooperación en el progreso de la juventud y el desarrollo del barrio, durante sus años de residencia en el mismo, le hizo merecedor, en 1975, del premio «San Martín de Oro con trascendencia internacional», por parte de la Junta Municipal del Distrito. Aunque durante algún tiempo colaboró en la industria familiar a las órdenes de su padre, muy pronto evidenció una inclinación natural por la industria y una pasión por la mecánica.
De niño, el juego del «Mecano» contribuyó a desarrollar su vocación por la innovación industrial. Cuando acabó sus estudios de Peritaje Industrial y Mercantil en 1931, su inquietud le invitó a desarrollar una de sus primeras ideas juveniles: en previsión de posibles restricciones energéticas, estudió el sistema de propulsión mediante gasógenos aplicados a los motores de combustión interna. Viajó a Madrid, y después a Londres y a París, donde el sistema se había estudiado de forma académica, al objeto de recabar toda la información posible. En la capital francesa, llegó a conducir un camión de basura movido por el sistema de gasógeno, para comprobar en la práctica su funcionamiento.
Durante la Guerra Civil Española, Pere Permanyer asumió, en Zaragoza, la dirección de un taller de reparación y reconstrucción de vehículos pertenecientes al ejército del aire. En aquel periodo, entabló gran amistad con Josep Antoni Soler i Urgell «Jasu» con quien compartió los duros años de la guerra. Permanyer era el responsable de aquel taller, que contaba con más de 50 soldadores, mecánicos, ajustadores, torneros, carpinteros, chapistas y montadores. El motor de dos tiempos de las furgonetas alemanas DKW interesó especialmente al joven director, que entonces tenía 26 años, y fue el origen de sus siguientes proyectos.
En 1939, finalizada la Guerra Civil y, con ella, la actividad militar, el activo espíritu de Pere Permanyer lo lleva a fundar un taller de construcciones mecánicas. Primero se instala en un local de la calle Rómulo Bosch, de Barcelona (donde se habían ubicado anteriormente unos almacenes del negocio familiar) y la oficina fue alojada en un edificio de la calle París, número 193. Aprovechando los conocimientos afianzados anteriormente, Permanyer se decide a fabricar y comercializar gasógenos, negocio con el que consigue brillantes resultados. Sus modelos tienen tanto éxito que la demanda sobrepasa su capacidad de fabricación y, consecuentemente, en 1941 trasladó sus instalaciones a un local más amplio, sito en la calle Córcega, nº 408, de Barcelona.
Sin embargo, hacia 1944, con el previsible final de la Segunda Guerra Mundial, Permanyer dedujo que pronto se recobraría la normalidad en el suministro de carburantes y, por tanto, debería reorientar su industria hacia otra actividad distinta del gasógeno, que era en realidad un recurso de emergencia, fruto de las circunstancias. Su primera idea fue el estudio de un motor de dos tiempos para motocicletas, dado que en aquellos tiempos había una demanda extraordinaria para este tipo de vehículos ligeros, y una falta total de fabricación propia y de importaciones, debido al mismo motivo de las dos guerras encadenadas, la Civil Española de 1936-39 y la Mundial de 1939-45.
Llegan las motos
El ya mencionado «Jasu», buen conocedor del potencial industrial de Pere Permanyer, le presentó a su cuñado, Francisco X. Bultó, gran aficionado al deporte del motor y experto motorista. Entre ellos se decide, en junio de 1944, la fabricación de motocicletas ligeras en los talleres de Permanyer, en la calle Córcega nº 408, de Barcelona.
Una Motobecane B1V2GR38 que Bultó había regalado a su sobrino Juan Soler Bultó (hijo de «Jasu» y que luego se convertiría en un gran piloto de carreras de velocidad, y de pruebas) serviría de base para el primer prototipo que empezó a rodar por las calles de Barcelona a finales de octubre del mismo año. Corregidos ciertos detalles, se modificó este primer prototipo y el 11 de febrero de 1945, se inscribió en una prueba de regularidad motociclista por equipos, organizada por el Real Moto Club de Catalunya con el anagrama XX, ya que no se había decidido aún el nombre de la marca. El piloto de aquella motocicleta fue José Luis Milá, que no pudo finalizar la prueba por una avería en el sistema de encendido.
Este contratiempo no desalentó a la empresa, sino que, muy al contrario, se convirtió en un acicate para extremar la evolución técnica del diseño, en el que se trabajó intensamente. En aquella época, las dificultades para sostener una fabricación en serie eran enormes, como para enfriar el entusiasmo más exacerbado. En España no existía una industria auxiliar apropiada y el aislamiento político que sufría la España hacía extremadamente difícil la obtención de materias primas y los componentes necesarios.
En aquella situación, uno de los elementos más deseados, y más difíciles de conseguir, era el volante magnético, para el encendido del motor. Por fortuna, Manuel Giró, que tenía una industria de fabricación de proyectores cinematográficos (Orfeo Sincronic S.A.- O.S.S.A.) había importado, antes de la guerra, unos volantes Bosch con el propósito, desestimado entonces, de fabricar motocicletas. Permanyer y Bultó le compraron la partida de 100 unidades por 22.000 ptas. y empezaron a construir las primeras cien motocicletas en serie.
Para conseguir los materiales necesarios, en circunstancias tan adversas, Permanyer tuvo que extremar imaginación y esfuerzo hasta límites que hoy día serían incomprensibles. No había medios de producción, en absoluto, ni personal especializado. A tal efecto, efectuó continuos viajes informativos a Madrid, a Bilbao, y después al extranjero, y tuvo que recurrir a maniobras pintorescas como a la exportación de vinos españoles, de La Rioja, para obtener, como contrapartida, licencia de importación de materias primas necesarias para la industria.
Mientras tanto, Bultó diseñaba prototipos. Su amigo Carles Carreras, también ingeniero, le ayudó en los primeros bocetos. En aquella época, Bultó solo podía dedicar al proyecto unas horas de «spare time», pues debía atender su propio negocio, la compañía Barella y Bultó S.L., con fábrica en Vilanova y la Geltrú, (Barcelona) dedicada a la fabricación de segmentos y camisas de cilindro para la automoción, que se comercializaban con la marca «Bolaco».

En junio del mismo año 1945 se presentan tres unidades de las nuevas motocicletas en la Feria de Muestras de Barcelona. Ya se había decidido el nombre de la marca, que sería Montesa, elegido después de analizar distintas alternativas. Se trataba del modelo A-45, motocicleta de bastidor rígido, con motor de 98 cc (45,6 x 60mm.) y cambio de tres velocidades con accionamiento manual. Se expuso también una versión para señora y otra con suspensión trasera. Los carburadores eran Gurtner franceses, pero más tarde se incorporaron otros de fabricación propia.
En el primer balance de la sociedad recién creada, a 31 de diciembre de 1945, figuraban como socios Pere Permanyer Puigjaner y su padre, Marcelino Permanyer Grifoll, con 630.003,36 ptas., que representaba el 89% de la sociedad; y Francisco X. Bultó con 80.619,75 ptas., que era el 11%. restante.
Pere Permanyer fue el primer gerente de la compañía. La mezcla de espíritu deportivo y de aventura que existía desde la fundación de la empresa, junto con la necesidad de probar las motocicletas para completar su desarrollo, dio pie a que se organizara, en julio del mismo año 1945, una ascensión al balneario de Caldes de Bohí, donde ningún vehículo a motor había llegado hasta entonces, ya que no había carreteras, ni caminos, y había que ascender, campo a través, por tracción animal. Cinco motocicletas alcanzaron el objetivo y los pilotos, verdaderos héroes precursores del motociclismo de montaña, fueron Paco Bultó, José Luis y Alfonso Milá, J. M. Llobet «Turuta» y Juan Soler Bultó.
En noviembre de 1945 se participó por primera vez en una carrera de velocidad en circuito, el «Primer Premio Motociclista de Montjuic», donde las motocicletas autóctonas Montesa tuvieron una brillante actuación, copando los cuatro primeros puestos de la clase 100 cc ante el aplauso entusiasta del gran público aficionado. El primer lugar lo consiguió J.M. Llobet, «Turuta».
El comienzo de la producción en serie (1945-1947)
La producción en serie ya se había iniciado y el 19 de junio de 1945 apareció en el mercado la primera unidad, con el número de bastidor MB-0001. El comprador es el propio Pere Permanyer. La segunda unidad fue para Juan Soler Bultó, la tercera (versión Señora) para Ana Mª Villavecchia, la cuarta para Carlos Carreras y la quinta, para F.X. Bultó. Los precios de venta se sitúan en 8.500 ptas. para la versión normal y 9.000 para la de señora.

En aquel año inaugural de 1945, la producción alcanzó un total de 21 unidades. Y aunque en España había existido algunos intentos de fabricación de motos, ninguno fue lo suficientemente serio como para poder considerarse como de fabricación industrial normalizada. Según Francisco Herreros, autor de la Enciclopedia de la Motocicleta Española, «sólo la madrileña Soriano contaba con unas buenas instalaciones y con el total apoyo del régimen del general Franco, gracias a la lealtad política de sus propietarios, pero la calidad de sus fabricados dejaba mucho que desear…».
Puede quedar establecido que Montesa fue la primera fábrica de motocicletas española, con producción en serie y con una vocación verdaderamente industrial y exportadora. El año 1946 fue dedicado primordialmente al incremento y mejora de la producción, contando con el estímulo de una demanda creciente. En el aspecto deportivo, Montesa participó por primera vez en una competición internacional: fue el 5 de mayo en el Gran Premio Internacional de Barcelona, celebrado en el circuito de Montjuic y que se saldó con una victoria espectacular en la carrera de la clase de 125 cc. Aquel año se ganaron también los Campeonatos de España de 100 y 125 cc.
En el mismo año 1946 se fabricaron algunas unidades de serie con diámetro de pistón de 51,5 mm. y misma carrera de 60 mm.: aquel modelo, que cubicaba 125 cc, se denominó B-46. También, en algunas unidades, se montaron como ensayo unos motores ingleses Villiers, aunque el proyecto de importar motores de dicha marca para incorporarlos a la serie fue posteriormente desestimado.
Finalmente, a principios del año 1947, se introdujo la fabricación en serie de una nueva versión, cuyo modelo fue denominado B-46/49, presentando nuevos cilindro y culata, más dimensionados exteriormente, de forma más cuadrada, pero con las mismas características de 51,5 x 60.
La sociedad industrial definitiva se constituyó el 3 de febrero de 1947 con escritura pública ante el notario don F. Trias de Bes y se adoptó la denominación de Permanyer S. A. de Industrias Mecánicas. A la empresa, la familia Permanyer aportaba el 76,3 % del capital y la familia Bultó, el 23,7%. El capital era de 810.000 ptas. en total.
La compañía va creciendo y se precisa mayor capacidad financiera. En noviembre de 1947, en acta presentada a Hacienda, se declara la intención de efectuar una ampliación de capital en la que la familia Bultó aportaría una cantidad para igualar la de la familia Permanyer. Pero esta ampliación no llega a buen término, ya que la familia Bultó se retrajo, pues estimó que el futuro negocio de motocicletas Montesa no estaba claro, debido a las dificultades de una industria auxiliar que en España era entonces todavía muy deficitaria.
Finalmente, el 29 de mayo de 1948 se procede a la necesaria ampliación de capital. Permanyer empeña su patrimonio particular y, junto a 23 pequeños accionistas, aportan el capital necesario para poder continuar el plan de expansión de la sociedad. El capital se fija en 2.310.000 ptas. La composición de socios queda así: Familia Permanyer 44%, familia Bultó-Marqués 30,9%, familia Guixà-Arderiu 13,6%, familia Milá 9,5%, otros, un 2%. Entonces se llegaron a fabricar 2 unidades diarias y el giro mensual es de 500.000 ptas.
Los pedidos de motocicletas Montesa seguían creciendo a mayor ritmo que la producción aumentaba. Pero el objetivo prioritario seguía siendo mantener e incrementar la calidad del producto. El local de la calle Córcega no da para más ampliaciones y se empiezan a hacer gestiones para el traslado a unas naves de mayor amplitud.