Éste era el texto enigmático en apareció en los principales diarios parisinos el 3 de octubre de 1922, hace casi un siglo.
Los salones del automóvil son un evento de doble filo para las marcas automovilísticas. Por un lado, suponen una cita periódica en la que disponen de un escaparate único para presentar sus últimas novedades. Por otro, los lanzamientos de la marca corren el peligro de quedar eclipsado por la avalancha de automóviles que estrena la competencia. Para salir airoso de este desafío, hay que hacer mucho ruido y, si había una persona que sabía cómo hacerlo, era André Citroën.
La aviación era, hace un siglo, una tecnología de vanguardia, un sinónimo de progreso, como el automóvil. Citroën decidió unir estos dos avances técnicos para conquistar un novedoso soporte publicitario: el cielo. Pero había que crear expectación. Por eso, el 3 de octubre de 1922, las páginas de los rotativos parisinos de mayor tirada amanecieron con un mensaje críptico: “si mañana hace buen tiempo, mira hacia el cielo”.
El día siguiente, 4 de octubre, día de la inauguración del XVII Salón del Automóvil de París, lucía un sol radiante. Ni una nube en el cielo. Sólo el zumbido de un avión, en la lejanía, perturbaba una jornada que se esperaba tranquila. De repente, el avión empezó a soltar humo. Todo indicaba que podía tener problemas mecánicos hasta que empezó a trazar unas letras con esmerada caligrafía: “Citroën”, se podía leer. No faltaba ni la diéresis sobre la “e”.
André Citroën ganó su apuesta. Al día siguiente, los periódicos no hablaban de otra cosa que del primer mensaje publicitario escrito sobre el cielo y del Citroën 5 CV, que se presentaba al público en el Salón de París. Para destacar sobre el inconfundible “skyline” parisino, el mensaje se escribió entre los 3.000 m y los 5.000 m de altitud. Las dimensiones de las letras asustan: medían 500 m de alto. El texto “Citroën” se extendió sobre 5 kilómetros. Esta hazaña fue posible gracias a un compuesto químico, probablemente aceite de parafina, que se dispersaba en el aire gracias a una palanca situada a la derecha del piloto.
No sería la primera ni la última vez que André Citroën recurría a acciones de impacto para promocionar sus automóviles. En aquella misma década, el ingeniero del Quai de Javel estará detrás de iniciativas innovadoras, como la Travesía del Sahara en automóvil, los Cruceros Negro y Amarillo, la creación de una línea de coches en miniatura, la creación de una red de concesionarios y talleres oficiales o un espectacular anuncio luminoso en la mismísima Torre Eiffel.