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Senna, la mística del pilotaje en tres respuestas

Treinta años ya de aquellas imágenes en la curva de Tamburello, en Imola. Y Ayrton Senna se fue. Se fue el piloto, el ser humano, se quedó la leyenda.

Una personalidad casi mística, que cuesta entender en toda su dimensión. Si es difícil saber lo que esconde la mente de un ser humano, con personajes como el brasileño, la tarea es un reto casi imposible. Quizás, a través de sus entrevistas, se abre una pequeña ventana.

El equipo no es una familia

«No soy alguien por naturaleza expansivo. Mis íntimos conocen de mí una cara diferente de la que ofrezco en los circuitos. Simplemente he logrado encontrar un buen equilibrio entre mi vida privada y la competición», le contaba en 1987 al periodista Xavier Chimits. También era claro en su relación con el equipo: «quienes afirman que el equipo es una segunda familia se equivocan. Una escudería es, ante todo, una comunidad de intereses. Parecido a una empresa. Una reunión de personas que afrontan un mismo objetivo: ganar. Un buen entendimiento entre esas personas es necesario, pero no se puede comparar con los lazos profundos y desinteresados que unen una familia».

Y con sus compañeros de equipo: «la convivencia entre dos pilotos que aspiran al título mundial solo es posible si su escudería es capaz de suministrarles coches rigurosamente idénticos. En caso contrario es una guerra larvada. y entonces es mejor, desde el principio, que el papel de primer y segundo piloto quede fijado», le contaba a Chimits.

Senna y el coche en la mente

Desde un punto de vista intelectual, Senna era un piloto muy interesante. Su pilotaje a veces se convertía en algo místico. El periodista Jacques Dallaire le pregunto, en una larga e interesante entrevista, como sentía su coche, a través de que parte del cuerpo: «hay dos, dos lugares. Uno es un lugar físico. Sientes el coche en el centro de tu cuerpo y está aquí –cerca del centro de gravedad– pero donde realmente identificas el auto es aquí (en la cabeza). Es el equilibrio, tu equilibrio».

Lo que contó a Denis Jenkinson

Durante una entrevista con el famoso periodista Denis Jenkinson, Senna relató su célebre pole position en Mónaco 1990: «Todo lo que sé, es que logré experimentar algo que nunca había hecho antes, a un nivel que nunca había alcanzado. […] Había conducido demasiado rápido. Lo había hecho de tal manera que era como si me hubieran puesto sobre rieles. […] En un momento, tuve la impresión de que el circuito ya no era realmente un circuito, solo un túnel entre guardarraíles. De repente me di cuenta de que había superado el límite que consideraba … razonable. […]

Me dije a mí mismo que había llegado a un nivel desconocido. Realmente no entendí cómo llegué allí, y todavía no he entendido todo el fenómeno. Solo una pequeña parte, que todavía está muy lejos de satisfacer mi necesidad de comprender lo que está sucediendo cuando ingresas a este reino. Después, levanté el pie y regresé lentamente a los boxes. Pensé para mí mismo: hoy es especial. No vuelvas allí. Eres vulnerable … Te has colocado en una situación en la que casi le has dejado la iniciativa a tu subconsciente. Este hallazgo me hizo sentir incómodo».

Stirling Moss definía el pilotaje de un coche de carreras como una de las bellas artes. Ayrton Senna quizás daba un paso más.

Místico, incomprensible, mágico, irrepetible, eterno…

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