Recuerdo aquella primera generación del León nacida en 1999, un Toledo II sin maletero, casi un “coda tronca” que dirían los italianos. Desprendía fuerza, indudablemente, y no solo en cuanto a estética pues no olvidemos la variante Cupra con motor V6 y 208 CV o aún más el 1.8 turbo de 225 CV. Pero ese estilo casi brutal no tenía, seamos sinceros, un exceso de elegancia aunque su carácter nos pudiera cautivar.
Ahora al contemplar esta cuarta generación se hace evidente que Seat ha evolucionado mucho en estilo, que ha encontrado el suyo propio dentro del grupo alemán VW, una identidad latina evidente, más sofisticada, que le diferencia de forma absoluta de su gran rival dentro de la familia, el VW Golf.
Salta a la vista cuando se contemplan sus seductoras curvas diabólicas, el logo estilizado, como el de un Alfa , sobre la tapa del maletero o la espectacular firma luminosa de diodos (de serie) con una banda roja de gran tamaño en la parte posterior.
Y al abrir la puerta este deseo de ser diferente se encuentra en el interior, no tan acentuado como en el exterior, pero si diferente. Está claro que hay elementos que comparte con otros modelos del grupo alemán (mandos, pantallas), o el estilo del VW Golf 8 en cuanto al diseño del salpicadero. Sin embargo tiene su sello propio , y una fabricación muy cuidada con ajustes excelentes. Así, a la vista, es uno de los compactos más seductores del momento, pero no vamos a quedarnos solo mirando.
Una base propia
Al igual que su antecesor, y una larga lista de modelos del grupo VW, este León utiliza la plataforma MQB-Evo. Sin embargo, al contario de los nuevos Golf y Audi A3 que han conservado la parte inferior de las generaciones precedentes, el Seat se desmarca utilizando una versión de batalla (distancia entre ejes) alargada 5 centímetros. Así es claramente más largo que su antecesor, nada menos que 8,7 centímetros alcanzado una longitud total de 4,37 metros.
Esto tiene un primer efecto que es el de una mejor habitabilidad en las plazas traseras, con más espacio para las piernas. El maletero conserva los 380 litros de su antecesor y el umbral de carga resulta algo alto. Quien busque espacio para equipajes o facilidad de carga, tiene la variante familiar Sportstourer, con 617 litros de volumen, 30 más que en la generación anterior.
Ergonomía
Cualquiera que sea nuestro tamaño, fácil encontrar una buena posición de conducción pues los márgenes de regulación de asiento y volante son muy amplios. Lo que no me resulta tan cómodo es el interface multimédia. Me ha ocurrido lo mismo que con el Golf probado una semana antes: confiar todo al campo digital no termina de convencerme.
Cambiar la temperatura del aire acondicionado (aunque ahí si se han conservado unas excesivamente estrechas teclas) o incluso el programa de radio a través de la pantalla, requiere sistemáticamente apartar la vista del camino, a veces durante mucho tiempo con varias pulsaciones sucesivas antes de llegar a la función deseada. Lástima, especialmente porque el comando de voz, lejos de ser irreprochable, no le permite escapar de esta «supercomputadora». El único aspecto que nos consuela un poco es que es más fácil hacerse con el interface multimédia del León que con el del Golf, y que en el volante tenemos botones de verdad para acceder a muchas funciones o para movernos por la espectacular pantalla de instrumentación de 10,25 pulgadas.
La conducción
Si bien el León trasmite una imagen muy deportiva, en Seat se ha buscado no perder comportamiento dinámico pero tampoco sacrificar al usuario. Es decir, el objetivo claro ha sido el de un compromiso. Así la dirección es de un tacto agradable pero al tiempo lo suficientemente comunicativa para saber en todo momento el nievel de adherencia del tren delantero. Y si el comportamiento es ágil, no nos exige estar todo el tiempo en tensión por reacciones excesivamente vivas.
Este compromiso es total a nivel de confort con la amortiguación inteligente (disponible de serie o como opción según versiones) que nos permite no ya tres posiciones de dureza, sino hasta diecisiete, asociado a una dirección con cremallera de paso variable. Aún sin tren posterior multibrazo (el Golf o el A3 si lo tienen en sus variantes más potentes) , el León ofrece un comportamiento cautivador.
En motores hay mucho donde elegir como ya hemos recogido en meses anteriores en garajeabierto.com: versiones de gasolina (TSI), Diesel (TDI), Gas Natural Comprimido (TGI), micro híbrido o ‘Mild Hybrid’ (eTSI), e híbrido enchufable PHEV (eHybrid).
La correspondiente a nuestra toma de contacto era la Mild Hybrid’ (eTSI) de 150 CV y con cambio DSG. También aquí tenemos un cóctel equilibrado. Es una micro-hibridación con alternador/ arranque que proporciona un empuje de 9kW y 50 Nm de par, que se combina automáticamente con la convincente caja de cambios DSG de siete velocidades (ya no de mando mecánico sino electrónico) y que se beneficia del corte parcial de la mitad de sus cilindros cuando funciona a punta de gas. El resultado es que nuestro 1.5 TSI de 150 CV ofrece un gran rendimiento junto a un consumo de gasolina muy ajustado: 7.0 litros de media a los 100 km según nuestras mediciones, pero es que en carretera podemos movernos entre 5 y 6 litros sin problema. Una verdadera maravilla que permite una conducción eficiente o bien una conducción deportiva según nuestros deseos o circunstancias del tráfico.
Si dejamos a un lado la compleja ergonomía del todo táctil, el balance es muy positivo. Atractivo para gustos latinos, con calidad de fabricación para un exigente alemán, con una parafernalia de elementos de seguridad que tranquilizarían al sueco más riguroso (la lista de elementos es larga y aquí se trata de trasmitir sensaciones) el nuevo León es toda una referencia entre los compactos. Seat ha realizado un acertado cambio generacional.