En un momento dado, durante el largo periodo de tiempo en el que yo trabajé en la automoción, se me presentó un cliente, preocupado por la dificultad de encontrar una pieza de recambio. Por supuesto, inmediatamente puse por delante mi deseo de ayudar, y la frase protocolaria brotó sin esfuerzo:
– Dígame usted, y si está de mi mano…
– Estoy buscando una pieza para una moto.
– Bien. ¿Qué pieza?
– Pues… unos platinos para un Vespino.
Vamos a ver… Inmediatamente vino a mi memoria aquel anuncio de los años 60, cuando el Vespino salió al mercado. Aquel spot en el que salían unos mozuelos y mozuelas, muy modernos ellos, sentados en aquellos preciosos Vespinos, novedosos, se supone que de varios colores (se supone, porque eran los tiempos de la tv en blanco y negro). Y la voz en off que decía: «Y además, tiene encendido electrónico». Entonces, ¿qué platinos? Todo el que ha trasteado con motos sabe que el Vespino es uno los primeros ciclomotores, qué digo yo, uno de los primeros vehículos que aparecieron en el panorama de la automoción española con encendido electrónico, y por lo tanto sin platinos.
– Caballero, el Vespino es una de las primeras motos que vinieron sin platinos, tiene encendido electrónico como la mayoría de las motos actuales. En todo caso el servicio oficial de venta de Vespa, y por tanto de Vespino, es Tal… (o cual).
– Ya, pero es que este no es marca Vespa. Es Suzuki.
Ohhh… Los siguientes minutos estuvieron ocupados por mi esfuerzo (creo que inútil) para hacer entender a este caballero que, si era una Suzuki, no podía ser una Vespino, y si era una Vespino no podía ser una Suzuki. Se marchó diciendo que la moto era Suzuki, si, vale, pero era una Vespino. Y de ahí no había quien le sacase. Para este ciudadano (y para muchos otros) toda moto de 49 cc es una Vespino. Y no hay vuelta de hoja.
Esta anécdota personal, que ocurrió a un servidor, no es más que uno de los muchos ejemplos de la incorrecta forma de apodar a los vehículos, sean motos o coches. Una de las más famosas, y que me viene a las mientes en cuanto se me revuelven las entrañas con este tema, es el caso del Citroën Tractión Avant.

La colección de bobadas que se dicen cuando se nombra en España a esta línea mítica de coches es verdaderamente chocante. Hay quien le llama Citroën Stromberg, simplemente porque alguien le dio por aplicarles ese apodo por la simple razón de que algunas series de los diferentes modelos que formaron esa saga llevaban un carburador marca Stromberg.
La más frecuente, sin embargo, es llamarle Citroën 11 Ligero, así sin más, cuando la gama es un conjunto de modelos de los cuales el Citroën 11 es solo uno de ellos. Puede ser un 7A, un 7C, un 11, un 11L… (me temo que esa L es la que ha liado la madeja) e incluso un 15, el más grande y potente de la gama, puesto que llevaba un motor de seis cilindros. Además, en este último se empezaron a utilizar las suspensiones hidroneumáticas que posteriormente conocimos en el ID y DS (Tiburón) en el GS, en el CX, etc. Suspensión hidroneumática que tanta gloria (y también tantos dolores de cabeza) dio a la marca. Un amigo mío (por otra parte, muy querido) tenía la muletilla de llamar a ese modelo de coche, además diciéndolo todo seguido, «Citroën 11 ligero de la policía francesa», como si fuera un nombre instituido así por la misma Academia de las Artes y las Letras de Francia.


Pero lo que ya me saca de mis casillas es cuando se le denomina «Pato». El apodo «pato» solo es correcto para un modelo anterior, de tracción trasera, en el cual se planteó la innovación del motor flotante. Esta idea, que según algunos autores procedía de Chrysler, la mente genial de André Citroën la reconoció como enormemente interesante, por lo cual compró la patente a los americanos, e inmediatamente la aplicó a sus coches. Para poner en valor esa idea del «Moteur Flotant», Citroën creo un logotipo en el que se podía ver un pato flotando en el agua, y lo situó en los estribos y en algunos otros lugares de las carrocerías. Esto provocó que, en España, a los Citroën de grandes aletas se les empezase a llamar «Pato» y cuando llegó el tracción delantera, de los cuales el 11 probablemente es el que más se vio aquí, se llamó «Pato» a todos los Citröen sin discriminación. Y el error permanece hasta nuestros días. ¡Hasta el punto de que hay quien lo lía más todavía y a los Citroën de esa gama les llama Citroën Patton !!! Lo cual ya es el acabose.

Los que éramos unos mocitos en los años sesenta conocimos otro caso muy típico de mote mal aplicado a un coche. Recientemente, en un bar, tuve la ocasión de oír a unos aficionados nostálgicos que, recordando a los coches de esa época, hablaban del Gordini. Y el “Gordini pacá” y el “Gordini pallá…” E incluso alguno afirmó que él había tenido un Gordini de la versión más sencilla, que era la de tres velocidades… Porque, ya se sabe. Todos los Renault tipo Dauphine, según algunos, son Gordini.
Dios mío… Que no, señores, que ese coche no era un Gordini, era un Dauphine básico, o como mucho, un Ondine. El Dauphine tenía varias versiones, a saber: Dauphine, (de tres velocidades) Ondine (al principio de tres velocidades y después de cuatro) y Gordini, siendo este último el modelo más potente y que tenía cuatro velocidades. Dependiendo del país donde se fabricó, se consideraban, en unos, tres coches distintos, en otros, el mismo coche en tres versiones… Para el sentido común, el mismo coche, en tres versiones. El caso es que no puede haber un Gordini de tres velocidades. Parece evidente que, el que tenía el nombre mas rimbombante, dio nombre a toda la gama en el imaginario popular. Pero, señores, que todos los Renault de la gama Dauphine no son Gordini.
Nada, es una batalla perdida. Cada vez que en una red social sale una foto de uno de aquellos coches, inevitablemente en todos los comentarios se dice: «Ay sí, el Gordini, el coche de las viudas, tenía uno mi papá o mi tío o mi abuelo». Y si la foto es de un Citroën tracción delantera de los años cincuenta, tampoco hay ningún problema. Inmediatamente es un Citroën Pato.
Dios Mío…, mejor me cojo el Vespino y me voy.