Motor BlueHDi 130, puesto de conducción i-Cockpit, acabado GT Line, molduras en plástico negro que recorren los bajos de carrocería y aletas, protecciones bajo los parachoques, Grip Control (opcional, que no era nuestro caso). No, no hablamos del Peugeot 3008 sino del Rifter, una furgoneta….bueno, el término se ha quedado obsoleto.
El Rifter es el sustituto del Partner, pero toma de su hermano el SUV 3008 varias de sus recetas, incluso el chasis puesto que los dos modelos están construidos sobre la plataforma EMP2. Y en acabado GT Line nos ofrece una imagen atractiva, con llantas diamante en aleación de 17 pulgadas, monogramas GT Line, o pintura Negro Onyx para el contorno de la calandra, las barras del techo y las carcasas de los retrovisores. El equipamiento de serie del GT Line es el tope de gama: luneta trasera que se abre de forma independiente del portón, retrovisores electrocrómicos, tres asientos posteriores individuales, llave manos libres, volante de cuero, elementos del salpicadero en color Marrón Quente, la tapicería específica y fondos ajedrezados en los distintos indicadores del cuadro de instrumentos, entre otras muchas cosas.
Al interior se accede con facilidad y la posición ante el volante es bastante recta. Contrariamente a su primo el Citroën Berlingo, el Rifter cuenta con el puesto de conducción i-Cockpit, con el pequeño volante con la parte inferior plana y la instrumentación, tradicional, no de pantalla, en posición alta. El salpicadero es de gran tamaño, con muchos huecos para pequeños objetos. Si optamos por el techo solar panorámico (denominado Zénith) hay más cajones en la parte superior del habitáculo. Lleva dos guanteras de buen tamaño, gracias a que el airbag del ocupante de la plaza delantera derecha va en el techo. El sistema multimedia tiene una pantalla de 8” pulgadas de tamaño (en posición alta, perfectamente visible) y es compatible con Android Auto, Apple CarPlay y Mirror Link. La navegación conectada 3D con mando vocal e información del tráfico en tiempo real completa el panorama. El conjunto del habitáculo está revestido de plásticos duros, pero no se ve chapa. La presentación es buena y los ajustes están bien realizados. En el equipamiento nos encontramos con una larga lista de cosas: programador de velocidad activo, la alerta por cambio involuntario de carril, el aviso de vehículos en el ángulo muerto, freno de estacionamiento eléctrico, recarga inalámbrica para teléfonos compatibles, o la práctica cámara de visión trasera, entre otros. En definitiva, lo mires por donde lo mires, no hay ninguna sensación de vehículo comercial, pero, en cambio, si hereda de estos algo muy importante para un grupo o tipo de usuarios cada vez más amplio: el espacio en las plazas traseras.
Este espacio es excelente, tanto por altura como por anchura: al derivarse de un vehículo comercial, el habitáculo es alto y los laterales suben más cerca de la vertical sin cerrarse, según se acercan al techo, al contrario que ocurre en monovolúmenes o SUV,
Vamos por partes. Para acceder a las plazas traseras contamos a cada lado con una puerta deslizante de gran tamaño. Por cierto que el Rifter está disponible en dos longitudes de carrocería: 4,40 m que correspondía a la versión probada, o 4,75 m, en ambos casos con cinco o con siete plazas.
La modularidad está muy bien pensada .Así tenemos en la segunda fila tres asientos individuales (capaces cada uno de ellos, con sus respectivas fijaciones isofix, de recibir una silla infantil) que se ocultan en el suelo gracias al ingenioso sistema Magic flat. Para cargar objetos largos, el respaldo del asiento del pasajero puede plegarse y la luneta trasera abrirse. Esto de la luneta viene muy bien pues el portón es enorme y si tenemos aparcado un vehículo detrás, podemos tener problemas para abrirlo.
Familias, amantes de las actividades de tiempo libre (que conllevan desde bicicletas a tiendas de campaña, material de montaña, surf o de equitación) y en definitiva, para cualquiera que necesite espacio, ofrece un maletero de formas muy cuadradas y volumen XXL, que va desde los desde los 775 litros bajo bandeja de la versión 5 plazas a los 4.000 litros bajo techo con los asientos abatidos en la versión larga. La bandeja ocultaequipajes dispone de dos posiciones y permite adaptar la capacidad del maletero. Puede guardarse detrás de los respaldos de los asientos de la segunda fila.
En marcha
En cuanto pasan los primeros kilómetros, nos damos cuenta del progreso en calidad respecto al antiguo Partner. El Rifter se beneficia, en el sentido estricto del término, de una plataforma más moderna (como ya dijimos la misma por ejemplo del 3008) y reglajes de los trenes rodantes específicos. La primera impresión es el excelente confort de rodadura: el Rifter parece deslizarse sobre sobre la carretera algo que no muchos SUV pueden decir. La insonorización del diésel es correcta.
Con 131 CV de potencia y 300 Nm de par, las recuperaciones son satisfactorias y nos ofrece una buena capacidad para largos viajes. A pesar de una aerodinámica poco favorable, en nuestro recorrido rutero el consumo ha estado en los 6,4 litros de media. Confort y estabilidad, el Rifter trasmite confianza. El silencio aerodinámico reina en el interior al nivel de velocidad permitido. El pequeño volante añade una sensación de agilidad en carretera pero no hay que embalarse pues, en curva, la masa y el alto centro de gravedad nos recuerdan los orígenes de este modelo. Si bien el comportamiento no es tan riguroso como el de un 3008, en cambio no tiene mucho que envidiar a otros SUV que no van tan bien sobre el asfalto.
Conclusión
El Rifter es más práctico y fácil de cargar que cualquier SUV. Su nivel de comodidad y sus tres verdaderas plazas traseras superan igualmente a muchos SUV. Y en esta versión su agrado de conducción es toda una buena sorpresa, y su equipamiento, excepcional. Entonces ¿mejor que un SUV? La respuesta es afirmativa si tenemos en cuenta elementos racionales. Y negativa en aspectos subjetivos: encanto de diseño, impresión de seguridad e imagen social. El Rifter será el sueño de quienes valoran lo esencial.